viernes, 8 de noviembre de 2013

Montañas de basura

Montañas de basura

La huelga de limpieza en Madrid es un típico ejemplo de los conflictos laborales que tienen su origen en la privatización de los servicios públicos. A una pésima gestión del alcalde Gallardón ,que dejó una deuda multimillonaria a la ciudad, siguió la de Ana Botella, cuya especialidad es el recorte a tajo libre en las prestaciones básicas para los madrileños.


Como resultado de tanta ruina y despropósito, el ayuntamiento de la sra. Botella se inventó una cosa que denominaron "contrato integral" para abaratar un 27% el servicio de limpieza y jardinería de la ciudad. Curiosamente, dicho contrato cayó en manos de empresas archi-conocidas por su afinidad a los círculos del actual poder tales como Cespa (Ferrovial), Valoriza (de Sacyr), OHL y FCC-Alfonso Benítez . Más papistas que el propio papa (o mamá Botella) las empresas adjudicatarias vieron ese 27 y el añadieron un 19% más de recorte por cuenta propia. Eso sí, para que les cuadre el círculo de su diabólico ahorro, tienen que despedir a 1.144 trabajadores e imponer una brutal bajada de sueldos para el resto.

Hasta aquí, no creo que nadie tenga dudas de que estamos hablando de basura. Montañas de humeante basura de ineptitud, irresponsabilidad y ánimo de lucro que reducirán el cuidado y la limpieza de la capital de España a un estercolero. Pero que además suponen la precariedad o la pérdida del empleo para un gran colectivo de trabajadores solo para que, los de siempre, se forren, como siempre, con pasta del erario público. Una estafa repetida que es insostenible desde cualquier punto de vista, especialmente desde el económico. Por lo que deduzco que solo puede ser un pestilente efluvio de algún muladar ideológico. Pero aún hay más basura. La de esa ciudadanía respetable, valedora de sus derechos como contribuyente, que crítica ferozmente la lícita lucha de estos trabajadores en huelga. "Que la hagan, pero sin perjudicar a nadie"- repiten indignadísimos los muy tarugos. Y lo digo sin respeto alguno. Porque hace falta ser corto para no entender que las huelgas van de esto, de causar molestias que indignen a la respetable ciudadanía. Entonces, si la ciudadanía es inteligente, dirigirá esa indignación hacia quien verdaderamente la merece, No hacia los trabajadores que pelean por sus derechos y su empleo. Una ciudadanía inteligente identificaría muy bien de donde procede el olor a chamusquina que apesta verdaderamente el aire que respiran. Y sobre todo, una ciudadanía inteligente intentaría tener desinfestada su alcaldía. Si dejamos que se nos acumule dentro la basura, hasta los consistorios más capitalinos se pueden llenar de ratas.

Ana Cuevas