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No hace mucho que en España, se podían ver a las puertas de las fábricas
textiles y de calzado, colas de mujeres que recogían materiales y entregaban
prendas o calzados cosidos en sus propios domicilios y por los que percibían,
exiguas cantidades que las ayudaban en sus maltrechas economías familiares y que
contribuían al fomento de la economía sumergida y al fraude de empresas que a la
vez engordaban sus beneficios.
El avance de las nuevas tecnologías ha posibilitado la aparición de una nueva forma de organización del trabajo y control en la gestión del personal por las empresas, a la que ahora se le llama: el teletrabajo, que de alguna manera supone la modernización de las antiguas formas de explotación a las que nos hemos referido antes y que quienes tenemos algunos años seguimos teniendo en la retina de cuando España ocupaba otro lugar en este mundo globalizado.