Carlos Enrique Bayo. Director de Público,El tablero global |
El tablero global
“Los salarios en España han subido en la crisis más que en Alemania”, protestaba en portada, el pasado 11 de agosto, el periódico de cabecera de Rajoy. Dentro, el título era aún más contundente: “España supera a Alemania en costes laborales”.
Alarmado ante semejante demostración de que los trabajadores españoles vivimos por encima de nuestras posibilidades, me estudié las tablas que acompañaban tan escandalosa información. Coste laboral por hora en España: 20,6 euros; en Alemania: 30,1 euros.
Vaya, me dije, no parecemos superar a los austeros germanos. ¿Será que se han disparado los sueldos hispanos en estos últimos años? Pero hice dos sencillas restas de otra tabla en la misma página y descubrí que, mientras en Alemania el coste laboral por hora aumentó de 2008 a 2011 en sólo 1,7 euros; en el mismo periodo en España subió… ¡1,7 euros!
Volví a leer, incrédulo, ambos titulares y tras mucho devanarme los sesos llegué a la conclusión de que supuestamente pretendían resaltar que el porcentaje de crecimiento relativo de esos costes en España ha sido tres puntos mayor que en Alemania; portentosa remontada tras la cual nuestros asalariados les cuestan a las empresas un 46% menos que los trabajadores alemanes y un 66% menos que los franceses, sin ir más lejos.
A continuación, recordé que sólo dos días antes el Banco Central Europeo había instado a los países con altas tasas de paro, como España, a rebajar los costes laborales aplicando medidas “urgentes” del estilo de “reducir el salario mínimo”, “relajar las leyes de protección laboral” y “abolir la interrelación entre salarios e inflación”. Aunque esta última receta sobraba, ya que el aumento salarial medio pactado en los convenios colectivos este año ronda el 1,7% mientras que la inflación prevista tras el decretazo de subida del IVA ascenderá al 2,5%.
Era fácil deducir que la intención editorial de ese diario (que se autocalifica “crítico”) era ayudar a justificar (incluso tergiversando descaradamente en titulares el contenido de su propia información) la doctrina del BCE, cuyo presidente, MarioDraghi, cobraba 757.714 euros anuales durante la crisis (al frente del Banco de Italia) y en su cargo actual se ha quedado con un mísero sueldo de 367.863 euros al año, dietas aparte. Todavía acabará alardeando de que ha dado ejemplo a los obreros españoles que, por el momento, cobran el exagerado salario mínimo de 641 euros; igual que en 2011, ya que fue congelado.
En cualquier caso, no cabe duda de que Draghi ganaba muchísimo más cuando era (2002-2006) vicepresidente para Europa de Goldman Sachs, gigante mundial de la especulación financiera que en esas fechas ayudó a Grecia a falsear los datos de su déficit público, dando origen a la crisis actual de la Eurozona. Antes, como Director General del Tesoro de Italia, concibió la llamada Ley Draghi, que dio carta blanca a la privatización masiva de las grandes empresas públicas del país como la petrolera Eni, cuyo patrimonio inmobiliario fue adquirido en su totalidad por Goldman Sachs poco antes de que fichase al entonces presidente del Comité de Privatizaciones.
Pero Draghi no es más que un lacayo mal pagado de los verdaderos amos del mundo a los que benefician tanto las imposiciones del BCE (o del Banco Mundial, que también dirigió Draghi del 85 al 90) que la crisis sólo sirve para enriquecerlos aún más.
Justo dos días antes –otra vez 48 horas– de que el Banco Central Europeo apremiase a España a rebajar los salarios, la plataforma de comunicaciónBloomberg difundía el ranking de las mayores fortunas del planeta y, para alborozo de la prensa española de derechas, concedió a Amancio Ortega (Inditex) el título de tercer hombre más rico del mundo, con un patrimonio de 46.600 millones de dólares. El ruido mediático de las celebraciones de esa medalla de bronce, superando esta vez a un estadounidense (Warren Buffett), ahogó por completo la repercusión del verdadero hecho noticioso oculto entre las multimillonarias cifras de la lista de potentados:
Ningún medio destacó que, en el año negro de la más dura recesión, mientras gobiernos e instituciones cercenaban sin compasión plantillas, salarios, subsidios, prestaciones e inversiones, en una espiral de recortes amparada en el mantra “no hay dinero”, los veinte magnates más acaudalados del mundo incrementaron sus fortunas personales en un promedio del 14% (Ortega alcanzó el 32,2%) hasta sumar 680.000 millones de dólares (más de la mitad del PIB de España). Lo que no nos aclaran los economistas del dogma de la austeridad a ultranza es por qué, cuando los estados no pueden pagar pensiones ni medicamentos ni maestros, es necesario que esas veinte personas aumenten sus riquezas en otros 83.340 millones de dólares en un solo año. ¿No tenían bastante, antes, para el buen funcionamiento del sistema económico capitalista?
A la vista de estos datos, es comprensible que nos sublevemos cuando oímos cómo la nueva RTVE objetiva del PP califica de “ampliación” del subsidio a los parados de larga duración la reforma del Plan Prepara, que va a retirar la ayuda de 400 euros/mes a los jóvenes desempleados que se ven forzados a vivir con sus padres, si en su hogar logran reunir 481 euros por cabeza… cantidad a todas luces más que suficiente para no necesitar ayuda ninguna del Estado.
¿Quién vive por encima de las posibilidades de quién?